Sonando: Cruzando el paraíso (Loquillo)
-¡Jesús! Señora Petra. Menudos ronquidos mete usted, ¡ja, ja, ja, ja! Me recuerda a mi marido, no crea que no se le oía. En casa también somos de roncar.-
-Ya me perdonará, señora Leo. Que me han colocado en esta postura ¡y me da por roncar! Ja, ja, ja, ja. Qué trajín, hay que ver. Vaya si tiene usted visitantes, ¿eh? ¡No se quejará!-
-Hija mía, vaya que si tengo. ¿Cómo no voy a tener? Están aquí todos… ¡Diez hijos tengo! Y ya ni sé cuántos nietos… Que he perdido la cuenta, Petra. ¡Ay, si me escuchan los pobres! Espero no sea demasiado jaleo… Pero es que míreles, qué alegría, ¿verdad?-
-¡Ya lo creo! Desde que llegó no hay más que carcajadas y trasiego. Oiga, diez hijos, señora, es usted una valiente. Yo con dos me planté.-
-Ja, ja, ja… Ya sabe, eran otros tiempos. Somos una familia muy numerosa y mi casa siempre ha estado llena de gente… ¿Sabe cuántas croquetas habré cocinado a lo largo de mi vida?-
-Me hago una idea… Que además seguro son de buen comer.-
-Pues a unos les gustan más unas cosas y a otros otras, pero sí, los platos siempre limpios. Y después siempre llenos de nuevo, gracias a Dios.-
-Qué alegría, doña Leo. Que nunca nos falte de comer.-
-Y que lo diga, señora Petra. Y que seamos muchos para comer. Es que en mi casa somos de juntarnos mucho, ¿sabe? Donde caben dos, caben tres. Así que, yo, por si acaso, siempre cociné para veinte. ¡Ja, ja, ja, ja!-
-¡Ja, ja, ja, ja, ja!-
-Oiga, Petra. Mi familia está encantada con los poemas que recitó el otro día. ¿Vio sus caras? ¡Daba gusto! Con ellos y con usted, claro. ¡Qué talento tiene! ¡Qué valores!-
-Ja, ja, ja… Pues muchas gracias, Leo. Toda mi vida he recitado poemas. ¡Y yo misma los compongo! Le diré algo: desde que hemos venido a parar aquí las dos juntas, estoy ideando uno nuevo. Y usted y su familia salen en él.-
-¡No me diga! Ja, ja, ja. ¡Ay, madre! ¡Pues sáqueme guapa, Petra! Ja, ja, ja, ja…-
-Uy, por Dios, doña Leo. ¡No se me ocurriría sacarla de otra manera! ¡Qué cosas tiene, ja, ja, ja! Qué cosas.-
-Hija, Petra, hay que reconocer que hemos tenido suerte en coincidir y conocernos. Una pena que no haya sido antes. Le habría convidado a alguna de nuestras celebraciones familiares, ¡y a Tendilla, mi pueblo!-
-La verdad es que sí, Leo. Habríamos hecho buenas migas, ¡y buenas croquetas! Ja, ja, ja, ja…- ¡Uy! ¡Mire qué horas! Siento tener que dejarla así, pero he de estar de inmediato allí arriba, en el cielo. ¿Viene conmigo?-
-Yo iré dentro de un rato, Petra. Todavía no me he despedido de todos ellos. ¡Buen viaje, y ande usted con Dios!- ¡Ay! Petra, una cosa: ¿me recitará usted el poema?-
-Claro que sí, se lo recitaré luego. Yo ya me voy yendo… No tarde mucho, Leo.-
Pronto más regaliz para dos, amigos.
A Petra y a Leo, mi abuela maravillosa. Conoceros no fue casualidad.